UNA PROMESA MANTENIDA

 


por
Fabiola Naldi

Durante varios años prometí y me prometí a mí misma escribir un texto crítico para Nuria: Se lo prometí , cuando en 2014 la invitamos a intervenir en una gran muro en Bolonia para el proyecto Frontier y, desde el momento en que nos reunimos, me lo prometí a mí misma por el placer de conocer mejor su trabajo y su investigación. Somos dos mujeres, Nuria y yo, complejas, batalladoras, a veces “agresivas”, ya que, aunque de diferentes maneras, solas o acompañadas, siempre nos hemos movido en la realidad de las cosas («en el camino», podría añadir, pero no quisiera ser demasiado literaria). Y a esas cosas siempre regresamos, cada una con su propia sensibilidad, experiencia, cultura y curiosidad. Ella como artista, y por ahora prefiero no agregar mucho más, y yo como historiadora del arte y crítico militante; y militantes somos las dos, las dos dedicadas a buscar, conocer, mezclar y reunir diferentes estímulos y conexiones en una idea del tiempo y del espacio cada vez más amplia. Hay una tercera mujer que aceptó el reto de este proyecto, Patricia Armocida, y la historia de las tres habla de las decisiones tomadas, de las batallas (que se ganan o se pierden), de la determinación demostrada, cada una en su propio trabajo, para continuar la búsqueda y no parar justo ahora, cuando el sistema artístico y todo lo que vemos en las calles se aplana rápidamente a través de códigos y lenguajes cada vez más estereotipados.

 

Después de esta primera introducción, para aquellos que lean este texto, urge una inmersión en los conceptos y contenidos que forman parte del trabajo de Nuria. Pero antes quisiera comenzar diciendo que el factor determinante no es el hecho de que somos tres mujeres (el enfoque estético es libre de género), sino ,más bien, debe hacerse énfasis en la elección de emprender un camino que está lejos de ser simple. La larga trayectoria de Nuria lo muestra desde la ciudad, y desde las esquinas más remotas de Madrid, a partir de 1999, y luego, al mismo tiempo, fuera de las fronteras españolas. El universo de Nuria es un conjunto de estímulos exteriores e interiores, empezando por una familia digamos «artística», y por una serie de tensiones que luego fueron «reguladas» en la Universidad de Madrid donde los estudios de arte y arquitectura se convirtieron en un pretexto para empezar a mirar el espacio con una particular atención, en el cual cada pequeña parte, tal como es ahora, puede convertirse en un nuevo hipertexto visual formado por formas, códigos, lenguajes y cromatismos en devenir.

 

La artista sostiene que no hay referencias a la historia del arte o de la arquitectura, pero sucede que al observar los textos originales, es posible identificar un nexo con el neoplasticismo cuyas geometrías aparecen en el caso de Nuria , distorsionadas y a veces asimétricas, donde la rigidez de los ángulos se suaviza por la paleta típicamente mediterránea basada en la tradición popular, el románico ibérico y en el paisaje urbano contemporáneo con sus paradojas visuales.

Entonces el todo, consciente o no, se convierte en una sugerencia inicial, luego abrumada y revuelta por la mano de la artista, que insinúa y mezcla estímulos de los más diversos dominios. Basta con mirar la imagen que abre su sitio web: una superficie única en la que se ordenan pinceles, lápices, latas de aerosol, colores acrílicos, telas, ganchos, agujas e hilos, tijeras, cortadores, cuerdas, objetos de cerámica…todos juntos, para introducir un modo de entender las herramientas y los materiales, pero también las posibilidades que pueden surgir de una amalgama continua y nunca caótica.

 

Lo que se veía venir y se estaba convirtiendo en una declaración de intenciones es ahora una plataforma sinestética, tan real como conceptual, que comenzó en la calle, porque sus amigos eran escritores y como viene ocurriendo desde hace ya varias décadas, la superficie urbana era y es de la gente que la vive y la disfruta. Nuria escribía, pintaba, experimentaba y jugaba desde sus comienzos de una manera totalmente improvisada, en un período en que ciertas etiquetas y ciertas disciplinas estaban relacionadas con actos vandálicos y con las «cicatrices» de la piel de la ciudad sin que ni siquiera ella, ni el grupo al que pertenecía (la formación artística llamada Equipo Plástico junto a Eltono, SixeArt, Nano4814) comprendiesen plenamente las reacciones a largo plazo que habían desencadenado. A muchos de ellos ni siquiera le gusta hablar de arte urbano, y más aún teniendo en cuenta las tendencias de hoy en día. De hecho, rechazan el final banal e infiel de arte en la calle, pero el camino se origina en el área metropolitana, con su sinfín de lenguajes visuales urbanos y desde lo tradicionalmente español primero e internacional después.

 

Cierto es que la relación intrínseca entre la intervención única sobre una superficie concreta y el hipotético diálogo con el observador -que advierte del ataque ilegal pero luego desencadena el comienzo del conocimiento- ha permitido que muchos de ellos no se detengan al azar preparando un desarrollo de investigación planificado. Y aquí llegamos al grado de conciencia que a menudo está ausente en la actualidad: ese «grado de separación», que entonces se hace posible de unión, se enfrenta con la espontaneidad del gesto y sus consecuencias infinitas capaces de generar perspectivas alternativas del exterior colectivo.

 

Partiendo de esto, Nuria comprendió de inmediato cómo desarrollar nuevas formas, líneas y módulos que pudieran encajar en diferentes arquitecturas, optando por soluciones abstractas y concretas, en las que los fitomorfismos de extracción diversa pudieran convertirse en un código único, en una firma sin firma. Los elementos orgánicos son parte de un diseño articulado que adquieren características precisas en tejidos, en muebles, en alfombras o en entornos de instalación que conforman su extensa producción.

El «mundo palpitante» que se encuentra a menudo tanto en sus dibujos como en sus muros tiene referencias naturales, pero tal vez y mayormente, proviene de las traducciones estéticas de la propia naturaleza; pensamos en la Libertad, las formas florales presentes en una de las vanguardias más completas del siglo XX, que se convierten para Nuria en verdaderas conjunciones entre intervenciones propias o de otros autores. Su «fitomorfismo sintético» de última generación se equilibra inteligentemente entre una dimensión macroscópica (árboles, flores, hojas) y un también microscópico nudo de núcleos, pistilos, bacilos que el ojo desnudo no llega a percibir, pero palpitante en la materia viva.

Para Drishti, la primera exposición individual italiana , las características peculiares de su signo se unen y dialogan con el espacio concreto. Drishti es un enfoque iniciático, es sólo el momento en que el cuerpo, en una posición precisa de yoga, absorve la cantidad de energía necesaria para brindar nuevos estímulos a ella. Por lo tanto, el título debe ser considerado como un punto de partida, abierto a la elección de la autora que en esta ocasión optó por una gran instalación llamada “Boyas” y diversos papeles en los que la matriz de patrones creada previamente en la calle encuentra soluciones inéditas, nuevas codificaciones y configuraciones específicas. Estos módulos cromáticos evolucionan precisamente como una función de expandir un patrón, dentro del cual se abrazan los deseados matices.

 

Es a partir del encuentro casual, de los cruces como un flaneur postmoderno, de las derivaciones psico-genéticas que Nuria capta, aísla, recoge y recaptura bajo otras formas, bajo otras identidades, como se originó esta instalación. Encontrada en el camino de uno de sus viajes a bordo de su Vespa roja.

 

En el pasado, algunas piezas eran de cerámica con una doble función de aislar y conectar: aquellos objetos, que nacieron con un propósito preciso son, si se consideran aislados, elementos independientes, cuerpos que surgen de un material antiguo a través de un proceso artesanal. La caza visual iniciada no es muy diferente de cómo la artista se mueve en el espacio: es siempre el mínimos detalle el que captura la atención y llama a la intervención externa. Tanto para las boyas como para los papeles utilizados para los dibujos de acrílico, el objeto no se modifica en el mismo lugar sino que se quita en una mancha fallida en la que se cambia la función inicial.

 

De este modo, esas partes de cerámica, rescatadas de la degradación y la destrucción, coloreadas, «revestidas», transformadas, unidas a la madera, cuerdas y vidrio, flotan en el aire, ya no colgando de una estructura de trabajo, sino elevadas a sujetos presencia, espera y defensa.

La materia y la forma adquieren un valor renovado, tanto estético como funcional, modelado por una artista visionaria capaz de armonizar delicados matices cromáticos y rigurosos patrones geométricos, dando lugar a un léxico original en el que la abstracción parece más concreta que nunca.