13 apuntes para navegar al azar por David Barro.

¿Quién no ha estado poseído por una melodía de esas que nunca te abandonan? Como un aroma de la infancia del que no puedes despegarte, el filósofo Peter Szendy denomina este fenómeno como “gusano del oído”, que viene del alemán Ohrwurm y que sería algo así como un virus que se fija sobre nosotros y se alimenta de nuestra memoria.

Where is my Mind? es una de esas frases que basta con decirla una vez para que resuene como una de esas melodías de nuestra vida, que parecen regresar a nosotros viniendo de todas partes y a la vez de ninguna.

Su propio significado con forma de pregunta –“¿Dónde está mi mente?”- revela una suerte de viaje sensorial a ninguna parte, de esos que permiten avanzar sin pensar, como cuando nos sumergimos en el mar y nos dejamos ir haciendo eternos los segundos.

La canción, de los Pixies, fue compuesta exactamente así, ya que como confesó su líder Black Francis nació tras haberse inspirado persiguiendo un pez en una mañana de buceo en el Caribe.

La letra continúa “Way out in the water, see it swimming” (“Saliendo del agua, la veo nadando”). Porque el arte, como la música y como el mar, es un mundo de experiencias sensoriales, de percepciones sinestésicas y de encuentros serendípicos.

Como espectadores debemos avanzar para entregarnos a lo desconocido; en este caso buceando por un pictórico mensaje compuesto a partir del alfabeto náutico.

El abismo sensorial es el mismo que adentrarse en el mar o abstraerse del mundo con una melodía que nos permite abrazar una suerte de deriva.

Esta es una pintura que nos lleva a experimentar el tiempo y el espacio sin dejar de proyectar algunas de las características que definen la trayectoria de la artista, como su riqueza cromática, su capacidad de apropiación de composiciones abstractas ya existentes para su derivación en otras formas, el uso de patrones, la importancia del lugar y su condición site-specific o la búsqueda de lo humano y emocional en términos de escala y de temática.

Nuria Mora recurre al alfabeto náutico como guiño al festival MadBlue y su relación simbólica con el mar, jugando con su carácter universal, aunque para componer la frase que da título a la obra.  

La artista conjuga pictóricamente esas elecciones y casualidades, asumiendo detalles de su propia vida en el trabajo, como en este caso su vínculo afectivo con esta canción de los Pixies, uno de los himnos de su adolescencia, tras comprar el casete del álbum “Surfer Rosa” en una tienda de Irlanda por pura intuición, dejándose llevar como la propia canción, deslizándose por lo desconocido en una actitud muy propia de quien busca algo que no sabe bien lo que es, pero en el momento que lo encuentra se da cuenta enseguida de que es precisamente eso lo que estaba buscando. A eso se le llama “serendipia”, que no es exactamente lo mismo que “casualidad”, ya que hay una actitud consciente que la precede.  

“Where is my Mind” tiene 13 letras, como los toldos en los que fue invitada a intervenir en La Casa Encendida.

No parece casual que la propia artista haya nacido el día 13 y que este número sea además el preferido de quien la invita a hacer esta intervención. Tampoco que ambos tuvieran justo 13 años en el momento en que la canción era grabada.

Porque quizás las cosas quieren ser encontradas para poder existir y mientras, como durante mucho tiempo pudo pasar con la palabra “serendipia”, se mantienen esperando a ser rescatada del fondo del mar.